Saturday, April 15, 2006

Lecturas de Interés 1


Blog de Alejandro Padrón

ENTREVISTA a Mario Vargas Llosa
"El amor ya no es romántico"
El escritor publica 'Travesuras de la niña mala', que recorre 40 años de pasión
"He escrito con nostalgia porque evoco ciudades y épocas donde he vivido, y los desgarros del amor"

"Viví la revolución hippy con simpatía, fue muy eficaz y todos aquellos cambios han quedado"

Tomado de La Vanguardia, XAVI AYÉN - 24/05/2006Madrid
Es difícil no entusiasmarse ante la lectura de Travesuras de la niña mala (Alfaguara), la última novela de Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), trepidante historia de amor de un ser sin ambiciones que recorre como un turista 40 años de pasiones colectivas, desde la Lima de los 50 hasta el Madrid de la movida de los 80, pasando antes por el París revolucionario de los 60 y el Londres psicodélico de los 70. Para hablar de amor, amistad y de utopías sociales e individuales, el escritor recibió el lunes a este diario en su casa madrileña. - ¿Qué hace usted escribiendo de amor? - ¡El tema más recurrente de la literatura! y, por tanto, el más difícil de abordar con originalidad. Quería una historia de amor moderna, no condicionada por la retórica del amor romántico, decimonónico, que todavía pesa tanto en nuestros días. El amor, las costumbres y la moral han cambiado tanto que hay que hablar de él de otra manera. Pero espero que esta relación intermitente de 40 años entre Ricardo Somocurcio y la niña mala sea algo más que una historia de amor, porque mi idea de la novela es totalizadora: debe reflejar la experiencia humana completa. Con solo amor o erotismo, se produce una sensación de irrealidad, y yo soy un escritor realista. - Se lee con una sonrisa casi permanente. - Y, sin embargo, es una historia desgarrada, narrada por alguien que conoce las experiencias más exultantes de su vida gracias a ese amor, pero también sufre y pasa terribles frustraciones. Todo eso exigía ser contado con todo un abanico de humores: el sentimiento, el deseo, pero también el humor y el ridículo. El amor es una experiencia muy completa en la que intervienen todos los estados de ánimo. Al mismo tiempo, la he escrito con nostalgia porque evoco ciudades donde he vivido, épocas que transité, y he recordado los entusiasmos y desgarros de la experiencia amorosa. - Vayamos por partes: ¿cómo fue el París de los 60? - Reinaba el mito de la utopía social, de la revolución, el Che y Fidel eran dioses, la lucha armada era el santo y seña de la liberación de los pueblos... Y, para los muchachos que teníamos sensibilidad, era una meca, la capital mundial de la cultura y las artes. - Pero, en los 70, usted explica que París cede el cetro de la modernidad a Londres y la revolución es sustituida por el sexo, las drogas y el rock and roll. - Yo viví en Earl´s Court, igual que el protagonista de mi novela, el corazón del swinging London, el barrio hippy por excelencia. Londres crea una nueva sensibilidad, no solamente en el atuendo o la importancia que adquiere la música, sino en la cultura de las drogas - mitificadas como método de expansión de la sensibilidad-, la salida del ropero de los homosexuales... Eso tendrá una enorme secuela, y empezó así, como una curiosidad un poco estrafalaria de jóvenes marginales. - ¿Pero usted llegó a ser hippy? - Yo no. Yo lo vi desde un costado, abría la ventana y todo aquello se metía en mi casa. Era muy disciplinado con mi trabajo y no iba con mi manera de ser, pero lo veía con mucha simpatía. Era una revolución benigna, alegre, pacifista y llena de estética. Aunque los hippies no leían, hacían de su vida un arte. Fue algo muy eficaz. Muchos amigos se quedaron en el camino por las drogas y el sida, pero no lo juzgo. Soy un liberal, y respeto que cada uno haga su vida como le parezca. Todos aquellos cambios han quedado, a diferencia de otras revoluciones planificadas. - ¿Y el Madrid de los 80? - La transformación española es la mayor que me ha tocado vivir. Llegué aquí como estudiante a finales de los 50, y esta era una sociedad anclada en el pasado, atascada, en la que la gente se metía con una mujer si ésta osaba salir a la calle con tejanos. ¿Quién iba a pensar que, unas décadas más tarde, toda Europa vendría a corromperse a Madrid? - La niña mala es realmente muy mala con el pobre Ricardo... - Es una chica libre que usa las armas que tiene para sobrevivir. Yo no la juzgo, procede de una jungla que la ha endurecido. El origen es una historia que me ocurrió cuando niño: llegaron a Miraflores dos muchachitas diciendo que eran chilenas, pero en realidad eran limeñas de un barrio pobre que se disfrazaron de chilenas para ser aceptadas. Se me quedó grabada, con cólera y tristeza, esa imagen de la terrible fuerza de los prejuicios sociales.

Tomado de Revista de Libros, El Mercurio
19.05.2006

Entrevista a Chuck Palahniuk
Chucky, el escritor diabólico

La mayor sorpresa que ofrece el autor de "El club de la pelea", "Diario" y "Nana" es que detrás de toda la sangre y las vísceras que pueblan sus libros se esconde un romántico. Jorge Ignacio CastilloEl rostro de Chuck Palahniuk refleja con exactitud el tipo de vida que el autor de El club de la pelea y Diario ha escogido. La textura de su piel revela que el escritor ha invertido en humectantes y tratamientos faciales, pero sus facciones permanecen duras y prematuras arrugas dan cuenta de una juventud vivida a pleno. El mismo ha confesado que sus técnicas de investigación tienen algo de suicida.El más notorio residente de Portland, Oregon, es el hombre que convirtió a Bret Easton Ellis en intrascendente. Su insolente pluma no se amilana a la hora de describir destripamientos (Haunted) o accidentes aéreos desde el punto de vista del pasajero (Sobreviviente). El contexto justifica sus excesos: sus personajes pueden aparecer exagerados, pero a la larga su propósito es tan ordinario como conectar con otro ser humano. Para algunos, la alienación de la vida moderna sólo permite alcanzar semejante objetivo a través de grupos de apoyo para enfermedades que no padecen o golpeando a alguien hasta ver hueso.Palahniuk pasó de figura de culto a ser parte de la cultura pop debido a la adaptación cinematográfica de su libro El club de la pelea. Gracias a resueltas actuaciones de Brad Pitt y Edward Norton y la dirección de David Fincher ("Seven"), la historia del grupo de sujetos tratando de reconectar con su masculinidad y degenerando en células terroristas, hizo pública esta nueva sensibilidad, con suficiente material para saciar al nuevo séquito que la película despertó.Quien asista a una lectura de Palahniuk descubrirá que el autor no es sólo pose. Con tal de entretener y divertirse él mismo, Palahniuk es conocido por arrojar bombas fétidas a su audiencia y responder cartas de sus fans con pequeñas encomiendas. El escritor sencillamente no responde a la imagen del versado y fatuo representante de la literatura contemporánea norteamericana.Nos encontramos en Vancouver, a donde viajó para juntarse por primera vez con uno de sus autores preferidos, Douglas Coupland (Generación X), en vísperas del lanzamiento del último libro del canadiense. Palahniuk trabaja el estereotipo: bebe café negro, sin azúcar, y te perfora con una mirada inquisitiva y afable a la vez.- ¿Alguna vez has tenido resquemores a la hora de asistir, por ejemplo, a una sesión de sexalcohólicos anónimos cuando estás investigando para un libro?- He sido bendecido con una impulsividad inconsciente. Si alguna vez no me siento cómodo, invito a un amigo, como cuando fui al Festival Testicular. Es también una manera de mantener mis amistades.- ¿Qué le da valía a una historia para convertirse en parte de tus libros?- Un profesor me enseñó que una buena historia debe hacerte reír, provocarte náuseas y, al final, romperte el corazón. Descubrí que estos relatos no son fáciles de contar para quienes los viven. Muchos de mis lectores vienen a mí porque confían en que yo no los juzgaré. Si es un recuerdo muy doloroso, y yo me puedo reír de él, quien me lo está contando se sentirá mas cómodo y será capaz de repetirlo un poco mejor la próxima vez.
REPORTERODEL CRIMENEl autor se graduó en 1986 de periodista en la Universidad de Oregon, aspecto que se traduce en la casi naturalista atención al detalle de sus obras. Un hecho de sangre, a su vez, teñiría sus textos de romanticismo y muerte: su padre conoció a una mujer a través de un aviso clasificado. El ex marido de ésta, un neonazi, la había amenazado de muerte si alguna vez la encontraba con otro hombre. Como era de predecir, la mujer y el señor Palahniuk serían asesinados por el sujeto. Eros y Tánatos en estado puro.Palahniuk reveló su homosexualidad hace dos años en una entrevista con "Rolling Stone". No porque fuera un misterio, sino porque nadie le había preguntado antes. El autor ha mantenido una relación estable por once años, probablemente el aspecto más impensado de su personalidad, juzgándolo sólo por sus escritos.- ¿Dirías que ser feliz sería contraproducente para tu trabajo?- Absolutamente. Uno escribe para capturar esa parte de la propia existencia que no ha sido asimilada y la disectas hasta que no esté más ahí. Para tener material, tú tienes que perseguir la miseria y este tipo de experiencias.- Pero hay algo inherentemente perverso al buscar la infelicidad.- Depende. Si lo enfrentas como un juego, con reglas temporales, tú todavía puedes divertirte. Cuando termino un libro, habré detallado todos mis sentimientos acerca del asunto que me aproblema y ha dejado de ser un tema de preocupación. Algunas veces es incluso un evento material: hace varios años tuve una vecina que tocaba la radio increíblemente fuerte y música que yo detestaba. Discutíamos seguido, llevamos el tema a la municipalidad, y nunca pudimos resolverlo. Por ese entonces escribí Nana, que era sobre un arrullo asesino. De vuelta de una gira para promocionar el libro, mi vecina se había mudado. En medio de la noche. Después de 15 años. Sin una palabra de advertencia a nadie.- ¿Cuál es la más errónea interpretación de tu trabajo?- Que mis libros son nihilistas. O que sólo escribo para choquear a mis lectores. Si hay un elemento común en mis novelas, es que en el fondo son romances. Todas giran en torno a un individuo enajenado que se identifica a sí mismo como antisocial. En cada uno de mis libros, el sujeto crea las circunstancias que le permiten volver a insertarse en la comunidad, normalmente de la mano de una pareja.contra El nuevo periodismoLos libros de Chuck Palahniuk están plagados de guiños, ya sea a sí mismo (las palabras "liebrecilla azul" y el nombre Gwen aparecen en cada uno de sus libros) o a sus autores favoritos. "La trivia establece la autoridad del narrador. La gran mentira en cada una de mis historias se construye sobre un montón de pequeñas verdades, de modo que, cuando le revele al lector la gran mentira- como que Tyler Durden es una persona y no parte del inconsciente del protagonista- , éste se la tragará sin cuestionarla".Lo extravagante de su prosa se traduce también a sus técnicas a la hora de sentarse a escribir. "Me gusta ponerme en situaciones en las que estoy atrapado sin nada que hacer, como una lavandería o el taller donde están arreglando mi auto. Viajes largos en auto son perfectos, porque tu cerebro comienza a sonar despierto. Siempre traigo un laptop conmigo... ¡El baño! Escribo toneladas cuando estoy tomando una ducha".- Eso no lo creo.- Hey, Stephen King escribe en el baño. ¡Catherine Dunn escribe en la piscina! Hay algo en el agua que facilita el fluir de las ideas.- Los derechos de "Sobreviviente", donde el protagonista secuestra un avión, fueron adquiridos por Fox, pero la idea fue abandonada luego del ataque al World Trade Center. ¿Hiciste tú la misma conexión?- No, para nada. Más cercano a la realidad me pareció El club de la pelea. Quedé realmente choqueado por el final de la película. Se parece tanto a lo que sucedió el once de septiembre, es difícil para mí siquiera verlo. Sobreviviente fue recientemente adquirido por el equipo que hizo la película "Constantine", así que todavía hay esperanza.- ¿Crees que "El club de la pelea" podría convertirse en película hoy?- De ninguna manera. No creo siquiera que pudiera escribir la misma novela hoy. No es que me sienta responsable por los verdaderos clubes de pelea que la historia originó. Hasta el día de hoy, sigo recibiendo cartas de gente que jura que eran parte de clubes de pelea sesenta años atrás, durante la Segunda Guerra Mundial. Esa es mi coartada: lo que sea que pueda concebir, probablemente ha habido 10 mil otros que ya pensaron lo mismo.- ¿Qué es lo que más te molesta de los medios?- Nunca me ha gustado dar opiniones o hacer evaluaciones morales, pero el nuevo periodismo me fastidia. Murió con Hunter S. Thompson. Hay más cronistas interesados en sus propias reacciones que en lo que están reporteando. El verdadero monstruo de nuestra era es la destrucción de la credibilidad. Internet nos convirtió a todos en fuentes de noticias y hay tantas perspectivas que se presentan a sí mismas como hechos, que por eso mismo ya no hay una única verdad. Es una situación realmente atemorizanteLa próxima novela de Palahniuk podría ser catalogada como de ciencia ficción, aunque desde cierto ángulo, casi todos sus libros lo son. Al mismo tiempo, el autor espera debutar como dramaturgo este año. De todos sus textos cuyos derechos han sido adquiridos por Hollywood, el que tiene la mejor chance de transformarse en película en el corto plazo es Asfixia. El protagonista podría ser Heath Ledger ("Secreto en la montaña").- ¿Cuál es tu lema, Chuck?- Hazlo ahora, discúlpate después.PARA ESTÓMAGOS FIRMESDos nuevos libros de Chuck Palahniuk están por ser publicados en español. En Haunted, un grupo de escritores participan en un retiro que, según su anfitrión, los convertirá en acabados autores. Desafortunadamente para ellos, el retiro consiste en encerrarlos en un teatro abandonado. Sin comunicación, electricidad, comida y agua, los invitados producirán el mejor trabajo de su vida, lo que no significa que alguien llegará a verlo.Stranger than Fiction reúne ensayos y crónicas periodísticas tan variadas como la lucha libre o un día en la vida de un perro callejero. También hay retratos de gente cuya sensibilidad es similar a la de Palahniuk, como Marilyn Manson o Amy Hempel (su mayor influencia literaria). Por último, indaga en los rincones más inaccesibles de su alma y revela viñetas de su vida, incluyendo el asesinato de su padre a manos de un supremacista blanco.
Jorge Ignacio Castillo.

Blog de Alejandro Padrón


John Irving indaga sobre su infancia y la búsqueda de su padre en ‘Hasta que te encuentre’
El autor de Las normas de la casa de la sidra presenta su novela más autobiográfica
EFE - Barcelona
Tomado de ELPAIS.es - Cultura - 15-05-2006

Hasta que te encuentre.

El escritor John Irving, durante la presentación hoy en Barcelona
de su undécima novela, Hasta que te encuentre. (EFE-) ampliar
El escritor estadounidense John Irving, autor de la premiada Las normas de la casa de la sidra, reflexiona sobre su infancia y la búsqueda de su padre a través de Jack Burns, el protagonista de su undécima novela, Hasta que te encuentre, en el que proyecta los recuerdos más traumáticos de su pasado. Durante la presentación del libro en Barcelona, el escritor lo ha definido como su obra "más personal y autobiográfica".
En una multitudinaria conferencia de prensa celebrada en la Fundación Tàpies, Irving ha comentado que "contrariamente a lo que sucede con la mayoría de los autores, que escriben su obra más autobiográfica en sus primeras novelas, yo he tardado diez novelas en volcar mis recuerdos".
El autor tiene una explicación para esta "rareza": "Soy un hombre muy lento a la hora de digerir las historias, las circunstancias personales, y por esa lentitud hice Oración por Owen (1989) veinte años después de la Guerra de Vietnam, y he esperado a tener cincuenta y muchos o sesenta y pocos años para escribir sobre mi infancia y mi adolescencia".
Irving admite que las dos experiencias sexuales de Jack Burns y la falta de información sobre su auténtico padre biológico son "un reflejo de mi vivencia personal, de mi infancia, adolescencia e incluso primera juventud". Detrás de la angustia de Jack Burns, que tiene en su infancia su primera experiencia sexual, se encuentra la propia experiencia de Irving, que descubre el sexo a los 11 años con una mujer de más de 20, una mujer conocida y admirada por su familia, con la que mantuvo una relación durante varios meses.
Heridas ocultas
Escribir sobre su propia experiencia sexual a los 11 años ha resultado más fácil, apunta, "con la perspectiva de un tiempo dilatado", si bien en su momento no sintió que hubiera padecido un trauma. Esa sensación llegó después, cuando "descubrí que sentía siempre atracción por mujeres mucho mayores que yo, algo que sólo superé con mi propia experiencia de la paternidad -ha tenido tres hijos varones-. Al ser padre me di cuenta del daño que me había hecho esa mujer".
En la ficción, Irving aleja de esa experiencia paternal a su protagonista, Jack Burns, "para que se perpetúe su trauma". El escritor confiesa que, en su caso, la práctica de la lucha grecorromana fue "una salida para la rabia contenida" por la falta de identidad de sus orígenes, y "una mejor terapia que las drogas o el alcohol".
Con una tradición que ahonda sus raíces en la novela del siglo XIX, Irving se muestra como un escritor metódico que sabe de antemano qué escribirá y cómo lo hará, hasta el punto de que "el título suele estar siempre al principio", y siempre sabe con certeza el último capítulo, antes que el primero. "Necesito saber exactamente cuáles son las frases que compondrán esos últimos párrafos, porque así puedo saber el tono: si será un final triunfal; una final alegre, feliz, ascendente; o un final melancólico, más bien triste, descendente".
Con respecto al eterno debate ficción/realidad, muy presente en Hasta que te encuentre, Irving ha dicho que "las novelas siempre tienen que ser más verosímiles que la vida real, porque la vida real no es creíble". Y añade una ironía: "si escribiera en una novela la historia de un nefasto comentarista deportivo de un pueblo del Medio Oeste de EE UU que se va a California a hacer películas, películas muy malas, que luego se convierte en gobernador de California, y más tarde en el peor presidente de los Estados Unidos, me dirían que es una novela poco creíble y en realidad es la historia de Ronald Reagan".

LA FICCIÓN Y LA HISTORIA
REPORTAJE: E. L. Doctorow
"El historiador da cuenta de los hechos, el novelista llega al fondo de los sentimientos"
El narrador neoyorquino ha novelado en La gran marcha uno de los episodios clave de la guerra de Secesión: en 1864, en el tercer año del conflicto, un general unionista quemó Atlanta y condujo a 60.000 soldados hasta el Atlántico. En esta entrevista, el autor de Ragtime habla de la relación entre novela e historia, de la guerra de Irak y de la pervivencia del racismo en Estados Unidos.
EDUARDO LAGO
Tomado de BABELIA - 13-05-2006

El escritor E. L. Doctorow obtuvo con 'La gran marcha' el Premio PEN/Faulkner. (AP)

BIBLIOGRAFÍA
"Cuando la victoria es contundente, el derrotado se inviste de dignidad. Pasó con el Sur, con Alemania y ahora está sucediendo lo mismo con Irak"
"No acepto que el adjetivo histórico pueda modificar el sustantivo novela"
Su compatriota, la novelista Anne Tyler, lo definió como "una máquina humana del tiempo", y lo cierto es que nadie ha sabido desarticular mejor que él ciertos episodios del pasado inmediato, haciéndoles hablarnos con sobrecogedora inmediatez acerca de lo que más nos preocupa en el presente. Su última novela, La gran marcha, es un ejemplo inmejorable. La crítica ha visto en ella una lectura profética de lo que han venido a significar las devastadoras secuelas (en clave de política racial, entre otras cosas) de la catástrofe causada por el huracán Katrina. Edgar Laurence Doctorow (Nueva York, 1931), uno de los novelistas vivos de mayor estatura de su país, es un hombre elegante, de gestos pausados, que rebosa inteligencia y humanidad.
PREGUNTA. ¿Por qué dice que no se considera autor de novelas históricas?
RESPUESTA. No acepto que el adjetivo histórico pueda modificar el sustantivo novela. No cobré consciencia de que ubicaba mis novelas en otras épocas hasta que me lo hizo observar un editor. Creo que la razón por la que lo hago es que a la hora de abordar una obra de ficción, el tiempo me funciona mejor que el espacio. Faulkner ubicaba sus novelas en el condado de Yoknapatawpha. Todos sus recursos imaginativos, su percepción, su sistema de pensamiento, los articulaba en torno al espacio de Misisipi. Yo necesito armar mis novelas en torno a un periodo concreto del pasado, pero en realidad no lo hago para analizar el periodo en cuestión, sino que me sirve de punto de partida para reflexionar acerca del presente.
P. En La gran marcha utiliza el recurso faulkneriano de rescatar personajes procedentes de otras novelas.
R. Cuando escribo no lo hago siguiendo un plan premeditado. Lo que me motivó a escribir La gran marcha fue una fotografía. Había leído acerca de nuestra guerra civil, por supuesto, hace años, las memorias de Sherman, entre otras cosas. Pero el catalizador de la novela fue una foto en la que se ve al general Sherman reunido con su Estado Mayor delante de una tienda de campaña. Cuando escribo, mi posición es idéntica a la del lector, que no sabe adónde lo va a llevar el texto. Yo tampoco sé hacia dónde va la historia. Desconozco qué es lo que va a pasar. Voy haciendo descubrimientos a medida que escribo. Y una de las cosas que descubrí fue que Coalhouse Walker, uno de los personajes de Ragtime, tenía que ser hijo de esclavos.
P. Tal vez el personaje más conmovedor de la novela sea Pearl, la esclava de piel blanca. ¿Cómo se le ocurrió?
R. Nunca pienso en cómo van a ser mis personajes, no me hace falta. Se me aparecen con todos sus rasgos y yo me limito a escucharlos y a transcribir lo que veo y lo que oigo. Cuando vi a Pearl sabía todo lo que había que saber acerca de ella. Tenía la piel blanca, como ocurría muchas veces con los esclavos, que eran hijos de esclavas y de los dueños de las plantaciones. Pearl es una criatura a caballo entre dos culturas. Su familia paterna es blanca y la abandona porque es una esclava, pero los esclavos se mantienen alejados de ella porque sus rasgos físicos son los de una persona blanca. Esto le inflige un gran sufrimiento.
P. Como en muchas de sus novelas anteriores, en La gran marcha hay personajes históricos, como Lincoln, Grant, o el propio Sherman. ¿Los trata de manera diferente a como trata a sus criaturas de ficción?
R. Entre otras cosas, una novela es un sistema de opiniones. Yo había leído documentos históricos acerca de Sherman y, como dije, también sus memorias. Por cierto que era un gran escritor, al igual que Grant. Mi impresión es que era un hombre sumamente conflictivo, inquieto, muy nervioso, con grandes altibajos anímicos, lo que hoy diríamos alguien aquejado de una afección bipolar. Lo que hago es añadir sus sentimientos. Creo que tenía un gran sentimiento de culpa; por una parte creía que la Confederación suponía un acto de alta traición hacia Estados Unidos. Se movía por el Sur, donde tenía buenos amigos, y conocía bien a la gente. Tras la rendición, ayudó a llevar a cabo la reconstrucción. Y no era abolicionista, era racista. Eso le causó graves problemas en los círculos políticos de Washington. Se negaba a que hubiera ex esclavos entre sus soldados. Podían hacer otra clase de tareas, pero no vestir el uniforme. Si lo juzgaba necesario, actuaba de manera cruel y despiadada. Por otra parte, le preocupaba mucho el coste de vidas, en eso era muy diferente de nuestra actual secretaria de Estado. Me fascinaba lo complejo de su personalidad. Pero volviendo a su pregunta, por lo que se refiere a técnica compositiva, no hago distingos entre personajes reales e inventados, les aplico exactamente el mismo tratamiento.
P. ¿Es difícil escribir sobre la guerra?
R. Cuando se escribe acerca de algo hay que sentirlo físicamente, es como cuando se sueña, que todas las sensaciones físicas están muy presentes. Y en el caso de la guerra a veces no es fácil... A veces no es fácil. Por otro lado, es exactamente lo que le decía antes, en cuanto a que aunque sitúe mis novelas en el pasado en realidad estoy escribiendo sobre el presente. La idea de que el periodo de la marcha de Grant por los Estados del Sur podía servir de armazón a una novela llevaba por lo menos 20 años rondándome la cabeza, pero no se concretó hasta que estalló la guerra de Irak. Estoy totalmente en contra de lo que ha hecho nuestra Administración, y he dejado constancia de ello por escrito. Creo que es una vergüenza, una tragedia y un desastre. Y no sólo para Estados Unidos, sino también para una buena parte del mundo, incluyendo, por razones evidentes, a España. Hay algo más que me parece importante, y es que el efecto de las guerras civiles, a diferencia de otro tipo de guerras, persiste a lo largo de muchas generaciones. Las guerras civiles no se olvidan fácilmente, tal vez nunca. Hace poco di una charla en la sede de los veteranos de la Guerra Civil española que se alistaron en la Brigada Abraham Lincoln. También me ocupo de la guerra del 36 en un libro de ensayos que voy a sacar pronto. En uno de los ensayos comparo el tratamiento que hace Hemingway de la Guerra Civil española con el de André Malraux. Son dos tratamientos completamente diferentes entre sí. Hemingway ahonda en cuestiones de sensibilidad, mientras que Malraux, que no es un buen escritor, ofrece un panorama más amplio y profundiza más en cuestiones de partidismo político.
P. Usted describe su novela como lineal, pero a mí me parece que carece de centro.
R. En mi opinión, hay un centro en la novela, sólo que no es una persona. Para mí, el personaje central de la novela es la gran marcha en sí. Quería imprimir al libro una sensación de movimiento. Es una novela de carretera. La guerra es una situación en extremo volátil, la gente irrumpe bruscamente, ocupa el centro de manera fugaz y desaparece. Los personajes mueren e inmediatamente surgen otros que ocupan su lugar. Mi novela es como un gran angular, un ojo que lo abarca todo, al que nada se le escapa; la voz narrativa impone una cierta distancia desde la que es posible abarcar una gran panorámica. El lector contempla simultáneamente múltiples aspectos de un paisaje muy vasto.
P. ¿Qué poso dejó en usted la novela, ahora que ha pasado un tiempo desde que la acabó y puede pensar en ella con perspectiva?
R. Hay un momento del libro, después que ha aceptado la rendición del general del Ejército Confederado, en que Sherman está solo. Es de noche, está tomando una copa de vino y fumándose un puro. De repente se apodera de él una sensación difícil de definir, y dice para sí: "Hemos ganado. La Unión tiene la inmensa satisfacción de la victoria. Puedo brindar por la bandera". Pero mientras dice esto, sabe que hay algo ambiguo en el triunfo, algo sombrío, dudoso; por detrás de todo ello, hay un sentimiento ambivalente que le va a acompañar hasta el final de sus días. Sherman piensa en Joe Johnson y en sus hombres. Los soldados de la Confederación han sufrido una derrota aplastante. Son seres humillados y ofendidos. Están frustrados e irritados. Lo que Sherman intuye, aunque no sepa darle forma a lo que piensa, es que la derrota inviste a los confederados de una dignidad herida que les confiere una suerte de fuerza interior, una fuerza que les permitirá sostenerse durante todo un siglo. Y eso es exactamente lo que pasó, porque la reconstrucción fue un desastre, el efecto de la victoria fue contraproducente... Tras el triunfo de la Unión vinieron décadas de oprobio y humillación para los negros del Sur. Aunque técnicamente no eran esclavos, seguía en pie la segregación, había impuestos que les impedían votar, los linchamientos estaban a la orden del día. Incluso después del movimiento por los derechos civiles en los años sesenta, con Nixon y otros después de él, los republicanos siempre han dado con subterfugios que han servido para mantenerlos oprimidos. Así que en cierto sentido se puede decir que el Sur ganó la guerra. Y creo que se puede decir algo semejante de todas las confrontaciones bélicas. Cuando la victoria es contundente, el derrotado adquiere un poder invisible y secreto. Los términos de la derrota después de la Primera Guerra Mundial fueron tan humillantes para los alemanes que años después les llevó a aceptar a Hitler. El final de la Primera Guerra Mundial contenía en germen la segunda. Y en Irak está sucediendo exactamente lo mismo hoy día. Nos plantamos allí y los borramos de un plumazo, y ahora está toda la resistencia, que es un movimiento animado por un sentimiento de orden nacionalista. ¿Qué hemos conseguido? Nada, absolutamente nada, salvo dejar el país sembrado de cadáveres.
P. ¿Qué consigue la ficción que no consiga la historia?
R. Si quiero datos acerca de la Rusia del siglo XIX recurro a los manuales de historia, pero si quiero la verdad sobre aquella época, entonces acudo a Tolstói, a Chéjov, a Turguénev, a Gogol. Sus cuentos y relatos me proporcionarán un conocimiento profundo. El historiador da cuenta de los hechos, el novelista llega al fondo de los sentimientos. El historiador cuenta lo que pasó, el novelista da cuenta de la verdad que subyace a lo que pasó.
BIBLIOGRAFÍA
La gran marcha, Ragtime y Billy Bathgate (en Roca).
El arca de agua,
La ciudad de Dios, El libro de Daniel y Poetas y presidentes
(en El Aleph).
La feria del mundo (Planeta).
Vidas de los poetas (Anagrama).


CRÍTICA
La ficción ilumina la historia

JAVIER APARICIO MAYDEU
Tomado de BABELIA - 13-05-2006
LA GRAN MARCHA
E. L. DOCTOROW. TRADUCCIÓN DE ISABEL FERRERY CARLOS MILLAROCA EDITORIAL. BARCELONA, 384 PÁGINAS. 18 EUROS
Con La gran marcha, su última y magistral novela, que obtuvo el prestigioso Premio PEN/Faulkner y que Roca Editorial publica al unísono con nuevas traducciones en bolsillo de sus obras maestras Ragtime (1975) y Billy Bathgate (1989), regresa a nuestro mercado E. L. Doctorow, uno de los grandes de la narrativa norteamericana contemporánea, cuya novela anterior, La ciudad de Dios (2000), pasó sin pena ni gloria aun a pesar de ser un estimulante relato posmoderno y metaficcional que convertía Nueva York en el muro de las lamentaciones contra el que idiosincrasias y paranoias actuales escupen sus razones.
La gran marcha entronca, en cambio, con la reconstrucción histórica de Estados Unidos que Doctorow viene llevando a cabo desde su deconstrucción y parodia del Far West de finales del XIX en Welcome to hard times (1960), novela que se emparenta con el terreno preferido por Cormac McCarthy, hasta Ragtime, retrato de la Norteamérica inmigrante de hacia 1914, la de la represión racial y el despertar sindical que Milos Forman puso para siempre en imágenes en su gran película de 1991, Billy Bathgate, fresco de las décadas de los veinte y los treinta, las del charleston, la Gran Depresión, los clubes de jazz y el gansterismo, o El libro de Daniel (1971), relato siniestro del caso Rosenberg que le sirvió de pretexto para una crónica espeluznante de la década de los cincuenta, entre la modernidad de los electrodomésticos y el oscurantismo de la guerra fría. El autor de Ragtime reconstruye en su última novela el desenlace de la guerra civil americana a partir del capítulo épico que el general unionista Sherman empezó a escribir en 1864 cuando condujo sesenta mil hombres envilecidos por Georgia y las Carolinas, en una gran marcha ("oh, when the saints go marching in...") que arrasó plantaciones, liberó esclavos semejantes al ficticio Coalhause Walter de la novela (el padre del héroe de Ragtime) y cambió el curso de la historia con descargas de fusilería y teatralidad marcial. Sin embargo, jamás Doctorow ha querido ejercer de autor de novela histórica. Si acaso su narrativa ilumina la historia, de ahí que Doctorow haya querido siempre que en sus páginas se den la mano los personajes históricos y las criaturas ficticias, contribuyendo a la tradición del fact & fiction. Henry Ford o Freud conviven en Ragtime con entes de ficción del mismo modo en que Sherman o el presidente Lincoln conviven en las páginas de La gran marcha con seres imaginarios de carne y hueso como Pearl -la esclava manumitida y bautizada con el nombre de la protagonista de La letra escarlata de Hawthorne, personaje en muchos sentidos alegórico- o el fotógrafo Calvin y los soldados picarescos Arly y Will, reencarnación del miles gloriosus tal vez inspirada en los trotamundos huidizos y sureños de Mark Twain, figuras en las que deposita el autor buena parte del delicioso humor con el que adereza la épica de un relato que en ocasiones deviene tragicómico.
La técnica narrativa exhibida
por Doctorow resulta prodigiosa, y algunas páginas de La gran marcha no pueden esconder la deuda contraída por Doctorow con el maestro sureño: la imaginería plástica, el fraseo aforístico o sentencioso (al lector le parece que volverá a leer aquí aquella frase inapelable de El ruido y la furia: "La victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles"), su hipnótica prosa con prisa de diálogos sin entrecomillar fundidos en la narración, forjada por el modernism, y su virtuosismo en el showing (el narrador abre el telón de la frase y los personajes, que no estereotipos, actúan sobre el escenario del texto) resultan reveladores, tanto como el eco inequívocamente faulkneriano del personaje del doctor Sartorious (que ya aparece en su novela El arca de agua) o su lectura irónica y nada ingenua del naufragio del Sur esclavista y de los estragos y enconos de la guerra civil, que le guiña un ojo a la que Faulkner llevó a cabo desde Sartoris (1929).
La gran marcha avanza hacia la gloria literaria en una cuadrícula formada por la lucha entre hombres e ideas (simbolizada en el relato por medio del contrapunto, aprendido en la Trilogía USA de Dos Passos, y la polifonía), el hundimiento de un universo social (como el que relató Joseph Roth en La marcha de Radetzky), las ambiguas lindes que separan civilización y barbarie y una deslumbrante e infinita capacidad de evocación, tanto de la historia cuanto de la propia tradición literaria. En manos de Doctorow, la Historia es hija de la narrativa, como quiso Aristóteles y como agradecerán los muchos lectores que se merece La gran marcha, una de las mejores novelas de Doctorow, ese visionario, como ha dicho Updike, que busca poesía en el pasado, y la encuentra.

APADRINADA' POR PAUL AUSTER
Céline Curiol, la voz de la nueva literatura francesa,
llega a España con 'Voces en el laberinto'
Tomado de El Mundo, lunes 08/05/2006
EFE
MADRID.- Avalada por las elogiosas críticas de Paul Auster llega a España 'Voces en el laberinto', la novela de la joven escritora Céline Curiol, que ha conseguido que con este libro se hable del renacer de la literatura francesa.
'Voces en el laberinto', editada por El Aleph, es la primera novela de Célibe Curial (Lion, Francia,1975), que actualmente trabaja en Nueva York como periodista 'free-lance' para 'Libération' y 'France Inter'.
De ella ha dicho el escritor estadounidense Paul Auster que se trata de "una de las novelas más hermosas que he leído en muchos años, es una de las más originales".
Y es que Céline Curiol, que narra la historia del pasado y futuro de una mujer y un hombre, que en una noche de borrachera se besan y se "enrollan" frente al Sena, recupera la mirada intimista y existencial de Marguerite Durás y su narración de frases cortas. Al tiempo que deja patente también su inclinación por escritores como Samuel Beckett, Kafka, Auster o Thomas Mann.
"Me ha sorprendido y halagado mucho la crítica de Paul Auster. Me impone más responsabilidad todavía. Su literatura me gusta mucho pero él es mucho más cerebral que yo", explica esta escritora que se ha sentido sobrepasada por los elogios, cuando ha visto que en la calle la paraban mujeres para decirle que se sentían totalmente identificadas con la protagonista.
Una protagonista que, más allá de la obsesión por este hombre con el que se encontró una noche, demuestra una absoluta compasión por el prójimo, por los desconocidos transeúntes que se encuentra en la calle, en los bares por la noche o en las discotecas, que en diferentes momentos de su vida hacen que su individualidad se tambalee.
Y es mediante esta confrontación entre lo íntimo y lo anónimo, entre la dependencia amorosa y los actos de generosidad, cuando la autora pinta su particular visión del mundo contemporáneo.
"Yo pensé que mi protagonista era una ser excepcional, alguien raro, pero resulta que la gente que lo lee se identifica con ella y se siente en la misma piel, lo que me lleva a pensar que la gente compartimos los mismos sentimientos", precisa esta autora que se muestra muy crítica con la actual situación de su país.
"En Francia, primero fueron los jóvenes, luego el asunto de los políticos, y es que estamos en un sistema nada alentador. Por un lado, te dicen que cuando termines los estudios no vas a encontrar el trabajo que tu quieres y eso genera muy poca confianza. Luego si quieres emprender algo es casi imposible por la crisis en las pequeñas empresas. Es muy difícil salir adelante y todo está concentrado en los grandes capitales. Así es que existe un gran conglomerado ideológico formado por medios de comunicación, empresas y políticos con el mismo pensamiento", argumenta la joven autora.
Instalada temporalmente en Nueva York, Curiol ya está imbuida en la que será su segunda novela, que está situada en un tiempo futuro y con un narrador masculino.



Blog de Alejandro Padrón

Acantilado reedita el estreno literario
de Roberto Bolaño y García Porta
I. P. - Barcelona
Tomado de EL PAÍS - Cultura - 30-04-2006

La editorial Acantilado recupera del limbo de los libros Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, la novela escrita al alimón por Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-Barcelona, 2003) y Antoni García Porta (Barcelona, 1954). La obra, que supuso el debut de ambos autores, se publicó en 1984 bajo el sello Anthropos tras conseguir el premio Ámbito Literario de Narrativa.
Bolaño y Porta se conocieron en 1978, cuando el primero vivía en la barcelonesa calle de Tallers. Desde el inicio de su amistad se embarcaron en varios proyectos comunes, especialmente en la escritura de guiones y de cuentos. Los frutos de aquella amistad tardarían un poco en llegar. Porta esbozó en el verano de 1979 la trama de una descabellada novela policiaca, titulada por entonces Flores para Morrison, que fue circulando entre sus amigos. Bolaño, quien ya se había trasladado a Girona, se encargó de redactar en la distancia la versión definitiva. Todo eso lo recuerda Porta en el prólogo de la reedición, que incluye como epílogo un relato inédito que también escribieron a cuatro manos, Diario de bar.
Una vez convertido el bosquejo de Porta en Consejos..., el escritor chileno trató de vender sin éxito la novela a diversas editoriales, además de presentarla a premios variopintos, en los que cosechó la misma mala suerte. Es bien sabido que Bolaño tuvo que capear durante décadas con unas estrecheces económicas agobiantes. Muy enfermo, dedicó sus últimos años a la colosal 2666 (Anagrama) con la que quería asegurar el futuro de los suyos. Finalmente, recibieron la buena noticia de Anthropos, pero a Bolaño le salió mal la jugada. "El premio no tenía dotación económica. Fuimos a la editorial a negociar y conseguimos que nos dieran 50.000 pesetas (300 euros)", recordó Porta en la presentación del libro. De aquella primera edición se vendieron 500 ejemplares.



Blog de Alejandro Padrón

Edición del Domingo, 30 de Abril de 2006

TOMADO DE RADAR LIBROS

Los secretos de Henry

El británico Alan Hollinghurst ganó el premio Booker con La línea de la belleza, un imponente retrato de la Inglaterra thatcherista que, a la vez, remite a la obra de Henry James y su magnífico estilo construido alrededor de un secreto. (Además, en la página 29, la novela del irlandés Colm Tóibín, que compitió con la de Hollinghurst por el Booker y que también trata de Henry James.)
Por Sergio Di Nucci
El sexo novelado entre hombres ganó el premio Booker en el 2004. Fue la primera vez en cuatro décadas de historia del más esperado premio anual de novela en lengua inglesa, y la escena literaria londinense atravesó el episodio con el esperable escándalo: el jurado sólo se atrevió a último momento y con un fallo dividido. En La línea de la belleza está el deslumbramiento y el doloroso júbilo de la primera relación homosexual. Pero, como en todo libro donde la actividad sexual es pasión y morbo antes que atletismo y salud de profesores de gimnasia, sólo crece en intensidad por una pululante red de relaciones sociales. Los sexos son tranquilizadores en la violencia neutra de los interiores del canal Venus, pero se vuelven inquietantes exhibidos en público y en un contexto histórico hostil y sin fantasías. Por eso la novela de Alan Hollinghurst fue saludada también como la mejor reflexión, ficcional o no, sobre la Gran Bretaña de los ‘80, los años de la revolución neoliberal de Margaret Thatcher.
En la Argentina, las décadas parecen arrastrar un atraso de aproximadamente diez años. Nuestra década del ‘90 fue la del menemismo, y el lector local releerá en filigrana los rasgos de la era Thatcher que Hollinghurst ni celebra ni denuncia en La línea de la belleza, pero describe con minuciosidad lingüística, con la precisión de un inventario levantado por un oficial de Justicia antes de proceder a un embargo. Ahí están el dinero fácil y fresco y estable y valioso, la especulación inmobiliaria –que continúa–, el reciclado de muelles y puertos y enclaves antiguos, los cambios en las costumbres gastronómicas (apertura a un suave exotismo, abandono o transformación de los insulsos platos nacionales, combinaciones que parecen insólitas de comidas y bebidas), el crecimiento de la Bolsa, la apertura de la importación, las sospechas de corrupción de los ricos y famosos que salen en las tapas de las revistas de sociales, crecimiento y esplendor de la prensa contestataria cuyas formas de humor e ironía consumen los beneficiarios de los cambios, burlas constantes y fáciles desprecios snob contra la falta de cultura de la persona a cargo del Ejecutivo. Hollinghurst es un gran erudito en arquitectura, y releva con atención los detalles y los conjuntos del posmodernismo triunfante en la década, la revisión irónica de un pasado que impugna a un presente complacido en su propia pobreza estética. Y la línea de la belleza a la que alude el título es una alusión a William Hogarth, y al ideal clásico de belleza, ausente en la década de los prefijos, los neoliberales y los posmodernos.
Hollinghurst escribe como un Balzac, como un Dickens, como un Galdós o como cualquier otro gran novelista social del siglo XIX que hubiera tenido tiempo para pesar cada verbo, cada epíteto, cada frase, cada párrafo. El principio que sostiene las quinientas páginas de la narración es conocido. Un joven llega de las provincias a la capital, cuyos ambientes desconocidos –prósperos o sórdidos, legales o criminales, racial y socialmente contrastantes– explorará con avidez, y el lector penetrará en cada uno de ellos desde su punto de vista.
Antes de instalarse en Londres, Nick Guest había pasado por Oxford, en cuya universidad corroborará el dato más íntimo y más central de toda existencia viril. En aquellos años de estudio, Nick Guest vivirá una pasión por Toby Fedden. Una pasión no correspondida, o diluida en amistad no sexual. Hasta entonces, sólo se habían mirado el pene un par de veces en los mingitorios. Acabados los estudios, Toby invita a Nick a mudarse a la capital, para que allí pueda trabajar en su doctorado en la Universidad de Londres. El contraste es enorme para Nick, hijo de un acomodado vendedor de antigüedades inglesas.
La familia de Toby le alquila a Nick un ático por un simbólico puñado de libras. Desde esas alturas gana Nick, y ganamos los lectores, un mirador privilegiado para los revolucionarios cambios que vive la sociedadbritánica. El lugar y la situación son óptimos para el gran angular de la visión que busca inducir Hollinghurst. El padre de Toby es Gerald Fedden, un militante de los Nuevos Tories (algo así como los menemistas en comparación con el viejo PJ), recién electo para la Cámara de los Comunes, y admirador incondicional, al menos en público, de una Mrs. T que acaba de triunfar en la gesta de las Falklands. La madre de Toby es una aristócrata de familia judía, emparentada con la gran banca. En sus fiestas, Nick se descubre un extraño: todos son lindos, los chicos, las chicas, las madres y padres jóvenes, todos con “el aire de especies eficientemente reproductoras”.
El protagonista es doblemente exterior a este escenario. Queda afuera porque su familia no es ni rica ni poderosa. Pero por sobre todo porque la homosexualidad no es reprimida por él sino que permite que triunfe en su vida. Aunque, y acaso sea la mayor de las astucias narrativas de Hollinghurst, aquí termina la autenticidad de Nick. Sabe que no puede vivir una existencia a la vez sexual y a la luz en esos años, y esta represión exterior, independiente de la voluntad individual exaltada por el thatcherismo, es la mayor impugnación de un régimen que adoptaba en su moral las formas y las normas de esa primera ministra a la que llamaban “la hija del almacenero”.
El sexo es para Nick un instrumento de investigación, y aun un método completo de conocimiento. Gracias al sexo, conocerá a los nuevos pobres y los nuevos ricos de la Inglaterra de Thatcher. Con Leo Charles, un negro hijo de inmigrantes del Caribe, conoce el sexo anal en las primeras páginas del libro. Ante las convenciones de la vida social, siempre se cruzará la imagen de la cópula, de la que esa socialidad reniega, pero que es, para él, único eje material en un mundo de sólidas convenciones. Nick vive ese “momento imprevisto de transición interna, en que un viejo prejuicio se disuelve en un nuevo deseo”.
La sociedad clasista
Pero con la experiencia sexual llega indisoluble la de la estructura clasista de una sociedad que lo es como pocas otras en Europa. La familia de Leo es la primera familia negra que conoce Nick. Y allí las cosas son diferentes. Las chuletas se fríen, no se asan, y se sirven bien picantes y especiadas, como en el Caribe. A eso lo llaman tomar el té, porque comen a las cinco de la tarde. Es un oportuno shock para Nick. “En Kensington Gardens cenaban tres horas más tarde, y antes había tiempo para charlas, jardinería y tenis, oír música, beber abundante whisky y gin. En lo de los Charles no había lugar para la diversión, ni jardines donde hablar, ni alcohol. La comida se servía cuando uno llegaba derecho del trabajo, y después quedaba mucho tiempo libre.” Como para ir al cine. Hollinghurst ofrece una meticulosa impugnación de Scarface (1983), el film de Brian De Palma, donde las líneas de cocaína, también uno de los sentidos explícitos de “la línea de la belleza” del título, jamás dan placer ni lucidez a los usuarios sino que los arrojan al dolor y la locura.
Con Wani, hijo de riquísimos libaneses establecidos en el negocio de los shoppings, Nick conocerá la droga. La droga por antonomasia, en aquellos años y para quienes quieren ver claro y no sucumbir a las ilusiones hippies, a los ensueños socialistas que denunciaba con su voz de hierro la primera ministro. Entonces, a la lucidez de la homosexualidad se sumará para Nick la de la cocaína. Gracias a ambas cosas, el protagonista ve más claro el mundo. La línea de la belleza es una novela de aprendizaje, si se entiende por ello una novela en la que el protagonista sabe cada vez más sobre sí mismo y sobre su mundo. La novela empieza en 1983, precisamente donde terminaba la primera novela de Hollinghurst, La biblioteca de la piscina (1988). Y en ésta se decía que “1983 era el último año de ese tipo que conocerían los hombres”. Porque a partir de entonces vendrán los años del sida. Con la Inglaterra de Thatcher coincide la epidemia de esa enfermedad cuyo nombre jamás pronunció Ronald Reagan. La línea de la belleza es también una novela de la era en la que el sida era una condena sin aplazamientos a una muerte atroz. Como si hasta la biología se plegara a los dictados thatcheristas, y acabara con todo varón que se uniera a otro: el recto era una tumba. Si la droga conduce a una muerte indigna en Scarface, otro tanto hace el sexo.
Otra vuelta de tuerca
No es en vano que el tema sobre el que trabaja Nick para su tesis sea el estilo en el anglonorteamericano Henry James. Es un tema incómodo. Cuando cuenta que está estudiando a este sigiloso novelista, la mayoría lo ignora. El uso ambiguo de un secreto ausente está en el interior de cada uno de los textos jamesianos. Y ese secreto es la sexualidad, en su forma más prohibida y viril. Ese secreto es lo que segrega todas las formas literarias, todas las maneras de ocultamiento y, en el otro plano, todas las reglas del éxito social. James “odiaba la vulgaridad –añadió Nick–. Pero también dijo que llamar a algo vulgar implicaba no poder describirlo en términos más apropiados”. El de Hollinghurst es un experimento jamesiano con una década vulgar: describirla hasta la microscopía del detalle. También es jamesiana la presentación de los temas centrales, al principio sólo mencionados, y después profundizados: el sexo, la droga, el sida, la mismísima Mrs T., que finalmente también hace su aparición.
Nick vive en la versión degradada, thatcherista, de muchos ambientes ingleses que frecuentaba James. Está obsesionado con la belleza, debe adaptarse para sobrevivir, es un snob como muchos personajes de James, siempre busca agradar antes que pronunciar una opinión que sea mal recibida, pero en definitiva es un inocente. “Como su héroe Henry James, Nick sentía que podía ser capaz de soportar una gran cantidad de oropel.” En los últimos tiempos, Inglaterra ha mostrado un sorprendente interés por Henry James. Otra novela finalista al Booker fue The Master, del irlandés Colm Tóibín, basado en la vida de James. Y hace poco también David Lodge describió la década de 1880 para rendir devoción al “maestro de la ambigüedad” en El autor, el autor.
La sexualidad de James resulta clave en la novela de Hollinghurst. No hubo un consuelo femenino en la vida de Henry James, señala el escritor y periodista argentino Ernesto Schoo en sus Pasiones recobradas (1997): “Y muchos menos con siquiera la sospecha de un interés sexual. Amigas fieles, devotas, tuvo muchísimas. Relaciones íntimas, ninguna. Nadie ha podido resolver nunca esta incógnita, que punza por igual a admiradores y detractores. ¿Era James impotente u homosexual?”. Schoo relata un episodio que protagonizó James a los 18 años, narrado con reticencia por el propio James, acerca de una “oscura herida”, la más “odiosa, horrible e íntima” que le puede suceder a un varón. Así culminó Schoo su retrato: “James piensa que estamos condenados sin remisión a nuestro propio infierno personal. Tuvo el supremo pudor de no revelar jamás cuál fue el suyo”.
En La línea de la belleza, Hollinghurst se propone y logra ir más allá. Toda franqueza sexual es impúdica, porque implica un exhibicionismo necesario.
Por todo ello, en principio resultan incongruentes los elogios que se le hicieron a Hollinghurst por su novela premiada: que era finalmente una celebración irreductible de la Britishness, que su estilo y su fondo honraban al mejor Henry James. Y se imponían los adjetivos del cumplido más gastronómico: novela exquisita, novela deliciosa. Si hasta se habló, para insistir con el prestigio, del paso de su autor por el Times Literary Supplement. Y sin embargo puede parecer una novela como del peruano Jaime Bayly. Básicamente porque el sexo –y la cocaína– ofrecen los picos de atención en una trama narrada con omnisciencia firme y segura, agazapadadetrás de un respetado y respetuoso punto de vista de un personaje protagonista juvenil, inteligente pero inexperto. Sin embargo, no hay como en Bayly renuncias y denuncias a la droga, ni dudas sobre la sexualidad. En una era como la de Thatcher, parece decir el autor, hay que extremar la lucidez, hay que vivir con la mayor autenticidad el mayor placer del hombre, que es más que placer porque es conocimiento. Son las precondiciones para una ética y una política, a las que Hollinghurst, como el maestro James, se rehúsa. Al menos, en la novela.



Bradbury deslumbra al público argentino con sus reflexiones sobre la novela
El 'rey' de la ciencia-ficción 'visita' la Feria del Libro de Buenos Aires y anuncia tres obras
RAQUEL GARZÓN - Buenos Aires
Tomado de EL PAÍS - Cultura - 01-05-2006

El escritor Ray Bradbury. (ASSOCIATED PRESS) ampliar
Belleza a la española
No baja del millón de visitantes desde 1999, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires enciende el otoño suramericano. Mientras dura, la ciudad se transforma: los programas de radio transmiten desde allí y los escritores saltan a la televisión. Familias enteras (¡con mascotas de peluche incluidas!) disfrutan hasta el 8 de mayo de la 32ª edición con la tecnología como aliada. En uno de los actos más celebrados, Ray Bradbury, patriarca de la ciencia-ficción, fue teletransportado recientemente en la primera videoconferencia que ofrece la feria argentina y anticipó la publicación de tres novelas nuevas.
Trescientas personas vieron su sonrisa triplicada en tres pantallas gigantes, pero el mayor aplauso se lo llevó la fervorosa ocurrencia del autor de Crónicas marcianas (1950), quien a los 86 años anticipó tres novelas y expresó su fascinación por la ciudad con un "volveré y les haré el amor a todos ustedes".
Basta proponer un tema -¿la carrera espacial?, ¿Internet?, ¿el cine de John Houston?- para que Ray Bradbury (Waukega, Illinois, EE UU, 1920), tertuliano nato, teja como un prestidigitador una historia memorable en Los Ángeles (donde vive) o en la Luna (a la que sostiene que el hombre debe volver). "¿Y por qué no nos cuenta cómo llegó a publicar Fahrenheit 451 -la escalofriante antiutopía de una sociedad en la que los bomberos extinguen libros- en pleno macarthismo?", animó en la sala Gabriel Guralnik, experto en ciencia-ficción y co-conductor de la entrevista junto al editor Marcial Souto, responsable de la segunda época de Minotauro y traductor de Bradbury. Nada más hizo falta para que el escritor desempolvara su encuentro con Hugh Heffner: "Vino a verme un muchacho en 1953 que quería hacer una revista y me pidió cualquier historia que pudiera comprar por 300 dólares. 'Tome esta que nadie quiere publicar', le dije, y así es como todos los jóvenes del mundo están en deuda conmigo por haber contribuido con el nacimiento de Playboy", contó.
Autor de culto en todo el mundo, mientras esto sucedía en Buenos Aires, en España, Bradbury era galardonado con el VI Premio Reino de Redonda, "por sus extraordinarias narraciones fantásticas, en las que confluyen una inventiva tan original como poética, un profundo talante humanista y un desacostumbrado romanticismo". El fallo de la editorial Reino de Redonda del escritor Javier Marías destacaba el talento del autor de El hombre ilustrado (1951) para "crear verdaderos mitos modernos y lanzar acertadas visiones de un futuro a menudo amenazado por el riesgo totalitario que trae consigo la idolatría de la técnica deshumanizada". El reconocimiento, que se dio a conocer hace una semana, suma el nombre de Bradbury al de una selecta dinastía de duques artísticos (escritores o cineastas en lengua no española) iniciada en 2001 e integrada ya por Alice Munro, John Michael Coetzee, John Elliott, Claudio Magris y Eric Rohmer, ganadores de los años anteriores.
Un viaje literario
Entretanto, en Buenos Aires, lectores de todas las edades disfrutaban de su hora con Bradbury (exactamente eso duró el encuentro) y se revolvían en sus asientos anticipando el milagro de futuros viajes literarios. Aunque con grandes dificultades físicas (tiene parte del lado izquierdo del cuerpo paralizado tras dos derrames cerebrales), Bradbury sigue escribiendo y anunció esa tarde tres nuevas novelas a publicarse en el curso del próximo año. La primera de ellas, anticipó, saldrá en octubre y es Adiós estío, la segunda parte de El vino del estío (1957). Otra, En algún lugar toca una banda, contará la llegada de un hombre a un pueblo de inmortales y su amor "por una mujer que luce de 37 años pero tiene 150". "Empecé a escribirla hace 30 años para Katharine Hepburn, pero ella se aburrió de esperarme y murió. Creo que habría estado estupenda en el papel", aseveró el escritor, pensando ya en imágenes y rindiendo homenaje a otra de sus pasiones, el cine, para el cual ha trabajado como guionista en varias ocasiones. La tercera novela en cocción es Leviatán 1999, "algo así como Moby Dick en el espacio exterior", resumió, siempre inspirado, el autor.
"Imaginación, entusiasmo y falta de miedo a las emociones" caracterizan para Souto la obra de este "maestro viviente". "Lo que leemos en sus cuentos lo vemos, lo olemos... Su literatura apela a todos los sentidos", afirmó. Bradbury cree que la ciencia-ficción es un alimento para la imaginación altamente recomendable para niños. "Lo bueno de ella es que trabaja con metáforas y mitos, como los griegos, y a todos nos encantan esas historias. Gracias a un libro de Edgar Rice Burroughs y su serie de John Carter, yo conocí Marte a los 10 años y jamás volví", ejemplificó. Para los jóvenes escritores también tuvo palabras de luz: "He escrito todos los días de mi vida desde hace 80 años. ¿El secreto? Estar enamorado de todas las cosas. Nací como amante, así he vivido y moriré. Hay que enamorarse y permanecer enamorados. No escuchen nada que no sea su corazón y sigan ese camino. Si alguien no cree en ustedes y su futuro, apártenlo. Sean intensos y apasionados. Hagan eso y tendrán una vida feliz".
Belleza a la española
"Nunca digas nada que no sea más bello que el silencio" fue el proverbio árabe que escogió la escritora Rosa Montero como leitmotiv de su conferencia sobre La belleza necesaria. Con la sala llena de público, la autora de Historia del Rey Transparente (Alfaguara) protagonizó el acto central del día dedicado a España en la Feria del Libro de Buenos Aires, para delicia del millar de personas que colmó la sala José Hernández. "La belleza es la búsqueda del misterio del mundo" y funciona como "motor de la humanidad" más allá de los peligros y de la propia pequeñez, definió Montero. "¿Cómo explicar si no, que alguien haya arriesgado su vida para salvar La Gioconda de la avaricia nazi en la II Guerra Mundial escondiéndola en su propia casa?; ¿por qué arriesgarse por un cuadro?", preguntó. Quizá, dijo, por aquello que afirmó Camus sobre la literatura y que bien vale para todo arte: "Porque es el arma mayor del hombre para luchar contra el caos y el horror".
El encuentro cara a cara con escritores de las latitudes más diversas es uno de los atractivos principales que ofrece la feria de Buenos Aires. Tanto es así que asume esa promesa en su eterno lema: "Del autor al lector". Este año ya han participado de la ceremonia de firmar ejemplares, entre otros, el británico de origen paquistaní Hanif Kureishi (que visitaba la Argentina por primera vez y se convirtió en la estrella del primer fin de semana), la mexicana Laura Esquivel con su reciente Malinche (Suma de Letras) bajo el brazo, la estadounidense Siri Hustvedt (rubia espléndida, esposa de Paul Auster y escritora de cuidado ella misma) y los argentinos Tomás Eloy Martínez y Roberto Fontanarrosa, siempre exitosos a la hora de las ventas y del encuentro afectuoso con el público.
Entre los 1.100 actos culturales que la feria ofrece este año, los autores españoles tienen todavía mucho por delante. Dos lujosos botones de muestra: el miércoles, Arturo Pérez Reverte presentará su reciente El pintor de batallas (Alfaguara) y al día siguiente, Enrique Vila-Matas participará, junto a los argentinos Marcelo Cohen y Alan Pauls, de un panel de título sugerente, La verdad tiene la estructura de la ficción.

Tomado de El Boomerang,28.04.2006.
(Blog de Hector Feliciano)

Amis, harto del relativismo multicultural

LAS VOCES DEL MUNDO II

Continuaba hoy el festival de escritores del PEN AMERICAN CENTER en Nueva York. Pude asistir a la charla que Martin Amis, el novelista británico, sostuvo con su amigo y compatriota Patrick McGrath en el Hunter College, la célebre universidad citadina ubicada en la calle 68, entre las avenidas Lexington y Park.
Amis, divertido y original como novelista, acaso mejor escritor aún como ensayista y crítico, provisto de una gran capacidad para hacerse de ex amigos – ya sea Julian Barnes o Christopher Hitchens –, despotricó contra el radicalismo islámico y contra el gobierno de Bush, intentando mantenerse dentro del marco del tema del festival, la razón y la fe.
Amis acaba de publicar en la revista The New Yorker el último de sus cuentos, The Last Days of Mohamed Atta - Los últimos días de Mohamed Atta -, sobre el misterioso líder de los suicidas voladores del 11 de septiembre.
El auditorio de la universidad se encontraba lleno a capacidad. Entre los asistentes se encontraba Salman Rushdie – cortés, amable y siempre cargando con ese aspecto físico que sorprende a primera vista. Fue bajo su dirección, el año pasado, que se creó el acertado festival internacional. Rushdie, que reside desde hace unos años en Nueva York con su bellísima mujer, deseaba abrir la ciudad al mundo pues considera, con razón, que ésta, junto al país entero, se han cerrado aún más a partir del 11 de septiembre.
Durante la conversación, Amis se declaró harto de que se siga apoyando la idea del relativismo multicultural a través del mundo. Dijo sorprenderse por no haber escuchado muchas críticas profundas de los hombres bombas, los fundamentalistas suicidas.
El terrorismo suicida es algo increíblemente repugnante, tan enorme, afirmó. Criticó duramente al Premio Nobel Saramago por justificar la existencia de los suicidas en Palestina, Saramago dijo que Israel tiene aún mucho que aprender. Cree que la existencia de los suicidas se explica porque no hallan esperanza en esta vida.
Pero, aclaró, Se trata de una cultura de la muerte. Para ellos se trata casi de una estrategia profesional. Es el único modo que tienen de llegar al cielo por la vía rápida. No podemos seguir tratándolos con la razón. Porque no se trata de actos racionales.
Amis considera que los valores democráticos occidentales son más elevados que los de otros. Sin ningún relativismo en el ánimo, declaró lo siguiente, Nosotros somos superiores moral y racionalmente. Somos una sociedad racionalista y la admiramos. El islam no admira el racionalismo.
Sin perder el ritmo, criticó fuertemente a Bush, Creo firmemente en que éste ha sido un gobierno desastroso. Esta invasión producirá cólera en el Medio Oriente durante varias generaciones.
Alguien del público lo interrogó sobre el cuento que acaba de publicar. Quería saber cómo Amis concebía el vínculo entre la lucha contra el terrorismo y la literatura. ¿Cuándo se comienza a escribir sobre el tema?
Amis recordó que Norman Mailer había dicho, poco después de los acontecimientos del 11 de septiembre, que, para un escritor, existe la gran tentación de salir inmediatamente a escribir sobre un tema así. Sin embargo, se necesita tiempo para digerirlo y trabajarlo. Me parece que hace falta de cinco a diez años para que la ficción comience a digerirlo.
Otro asistente le pidió consejos para no desesperarse en esta inesperada era que habrá sucedido a la Guerra Fría.
A nosotros, nos queda el arte. Solamente, nos falta la legitimidad en lo que hemos hecho hasta ahora. Deberíamos presionar más a los gobiernos para que eliminen cosas como Guantánamo. El primer impulso del Estado cuando comienzan las bombas a explotar es el de comenzar a torturar. Los británicos lo hicimos con el IRA.


Blog de ALEJANDRO PADRÓN

ENTREVISTA: ANTONIO TABUCCHI Escritor

"La información nos convierte en lectores muy privilegiados"
AGUSTÍ FANCELLI - Barcelona
Tomado de EL PAÍS - Cultura - 23-04-2006

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Antonio Tabucchi, el viernes pasado en el paseo de Gràcia de Barcelona. (CARMEN SECANELLA) ampliar
"España tiene una conciencia colectiva mucho más fuerte que Italia"
"Unas veces, el encuentro con el lector da placer; otras da miedo"
"El 'Quijote' fue un gran libro cuando nació. Hoy acumula un poso que le hace aún más grande"
"Un cuento mío y otro de Sciascia figuran en un sumario del juicio contra Adriano Sofri"
Antonio Tabucchi (Vecchiano, Toscana, 1943) pasa la gran fiesta del libro de hoy en Barcelona. Ayer, la traductora Carme Arenas le sometió a una entrevista pública en el Ayuntamiento que sirvió de pregón a la gran fiesta de Sant Jordi. Esta mañana, el escritor, que asiste por primera vez "con mucha curiosidad" a esta celebración, tenía previsto pasearse por los puestos de venta de libros y rosas para descubrir el aire peculiar que se respira por esta fecha en la capital catalana.
Acaba de sacar en Anagrama Autobiografías ajenas, un libro de ensayos sobre su propia obra publicados de manera dispersa y ahora agrupados en un volumen que en Italia apareció en 2003. Se trata de una especie de making off de sus grandes títulos, como Réquiem, Sostiene Pereira, Dama de Porto Pim o Se está haciendo cada vez más tarde. Una suerte de literatura muy posmoderna, como corresponde a nuestra época, a caballo del ensayo, la ficción y la crónica periodística. Por otra parte, en Italia acaba de aparecer L'oca al passo (Feltrinelli), que reúne artículos periodísticos publicados en EL PAÍS, Le Monde y algún otro medio. Tabucchi subtitula el volumen como Notizie dal buio che stiamo attraversando (Noticias desde la oscuridad que atravesamos) y organiza el material en casillas, como en el juego de la oca, aconsejando al lector cómo desplazarse por el texto según sus intereses personales, un poco a la manera de Rayuela, de Cortázar.
Pregunta. Hoy, en Barcelona, es el día del encuentro entre escritores y lectores. ¿A usted le gusta encontrarse con sus lectores?
Respuesta. Me azora mucho. Prefiero oír cosas de forma anónima, robar impresiones, sin yo saber quién es ese lector y sin él saber que yo soy el escritor. Cuando hay reconocimiento, se crea una complicidad que impide la espontaneidad. Es como ser muy amigo de un actor y luego verlo en escena convertido en Polonio o Hamlet. Puede resultar ridículo, porque cuando hace de actor interpreta una autobiografía ajena, de ficción, que no es la suya.
P. Usted narra en uno de los ensayos la inquietante carta que le envía un lector, donde le dice: "Usted ha escrito la autobiografía que yo nunca fui capaz de escribir".
R. Unas veces, el encuentro con el lector da placer; otras, miedo. Ésta es una historia verídica y debo decir que la carta me afectó mucho. Cada uno lee su propia historia. La literatura tiene ese poder misterioso y mágico de ponernos un espejo delante.
P. Escribe usted: "Un libro, para un escritor (aunque creo que para el lector también), no acaba jamás allí donde termina. Un libro es un pequeño universo en expansión".
R. El tiempo y la mirada de los demás añaden cosas que los escritores no habíamos previsto en principio. Hoy, con respecto a tantos libros del pasado, la información nos ha convertido en lectores muy privilegiados. Poseemos un bagaje interpretativo muy superior al de los contemporáneos de la obra. El Quijote, por ejemplo. Hoy tenemos un carga de información iluminista, romántica, psicoanalítica, etcétera, que el lector de la época no tenía. Y si el Quijote ya fue un gran libro cuando nació, hoy acumula un poso que le convierte en el Himalaya.
P. Usted habla de una suerte de "pacto novelesco" por el que el lector sabe que se le habla en clave de ficción. Sin embargo, en uno de los artículos de L'oca al passo refiere el caso rocambolesco de cómo un cuento suyo y otro de Leonardo Sciascia fueron tomados como reales por una magistrada que juzgaba al líder extraparlamentario y fundador de Lotta Continua, Adriano Sofri.
R. La de Sciascia era una novela corta; me parece que se llama Una historia simple. Yo escribí un cuento que se publicó en una recopilación aparecida bajo el título de El ángel negro. El cuento en concreto se titula ¿Puede el aleteo de una mariposa en Nueva York provocar un tifón en Pekín?, que es una de las paradojas formuladas por la teoría de las catástrofes. Es un cuento sobre un interrogatorio, basado en una instrucción de sumario del Gran Inquisidor o de un proceso estalinista, que utiliza la misma técnica: el fiscal consigue que el acusado confiese una culpa que nunca ha cometido, pero de la que acaba sintiéndose culpable. La autoinculpación es un esquema que se repite. Naturalmente, cuando escribí el cuento también tenía presente por los diarios la historia del señor Leonardo Marino que, 20 años después de los hechos a juicio, dijo haber tenido una crisis de conciencia por la que confesó que Sofri y otras tres personas habían ordenado uno de los asesinatos de los que se les acusaba. La crisis de Marino fue confirmada por un buen párroco rural, quien declaró que en efecto había recibido en confesión a Marino. Como es lógico, no reveló el contenido de la confesión, pero sí añadió que en aquella época veía cada noche a Marino dirigirse muy inquieto hacia la casa-cuartel de los carabineros. Yo a partir de ahí me inventé una historia. Igual que las inventaba Sciascia, que a menudo se documentaba en expedientes judiciales. Pues bien, esos relatos figuran en el sumario de la juez como dos textos que pretenden influir en la sentencia. Dos libros, pues, para enviar a la hoguera. Ahora ya ha habido sentencia condenatoria de más de 20 años para Sofri. Varios escritores hemos pedido clemencia al presidente de la República, pero no la ha concedido. Carlo Ginzburg ha escrito un bonito libro sobre todo este juicio sin pruebas o con pruebas como la confesión de Marino. El caso es que el juicio se alargó durante años. Y en sus sucesivas declaraciones, Marino acabó comportándose exactamente igual que el personaje de mi cuento. Me ha copiado, se ha convertido en mi personaje.
P. Para usted, la literatura tiene un poder de anticipación.
R. Sí. Eso me ocurrió también con Sostiene Pereira. Yo lo escribí y publiqué muchos años antes de que Berlusconi llegara al poder; por entonces era un empresario de la televisión y presidente del club de fútbol. La historia de Pereira es conocida: un periodista que en los años treinta se opuso a la dictadura de Salazar. Pues bien, ese libro fue tremendamente atacado desde los medios de Berlusconi, que lo consideraron una crítica al régimen. En realidad, los periodos de moralidad inestable se parecen entre sí. La Italia actual tiene muchos puntos en común con la zozobra de valores de la República de Weimar.
"España tiene una conciencia colectiva mucho más fuerte que Italia"
Pregunta. En su libro de artículos recientemente aparecido usted habla de un "nosotros dividido que siempre ha atormentado a Italia y le ha impedido adquirir la idea de nación acabada y suficiente, de una república normal". Eso parece todavía más cierto tras las elecciones.
Respuesta. Un país puede estar hasta cierto punto dividido: eso forma parte del juego normal de la alternancia democrática. El problema viene cuando ese país, además de dividido, está en conflicto permanente. En los últimos cinco años se han agudizado conflictos muy profundos en Italia. Es como si tuviéramos dos países, uno contra otro. La insistencia casi subversiva de Berlusconi de no reconocer la derrota es una manera de convencer a sus electores de que la otra parte no ha ganado, y eso es envenenar el ambiente, buscar el conflicto.
P. ¿No encuentra ningún síntoma positivo?
R. Italia es un país desigual, hecho a manchas, como una piel de leopardo. Los electores se comportan de forma muy diferente dependiendo de las diferentes administraciones locales que han tenido. El hecho de que desde el Gobierno no se aliente la pacificación, la unidad, en definitiva, el hermanamiento de todo el país saca lo peor de nosotros mismos. Esto me preocupa mucho.
P. Pero Italia siempre ha tenido grandes voces morales que han marcado el rumbo. En el pasado fueron las de Sciascia, Calvino o Montanelli. Hoy están Eco, Magris, usted mismo. En España, los intelectuales tienen un peso menor.
R. Italia tiene conciencias individuales, está hecha de personas fuertemente diferenciadas, mientras que España tiene una conciencia colectiva mucho más fuerte que la italiana, que produce resultados evidentes. En las últimas elecciones españolas, esa conciencia dio una respuesta contundente a la mentira, y en momentos así un pueblo encuentra elementos de unión muy fuertes. ¡Ojalá Italia también los encontrara!


Blog de ALEJANDRO PADRÓN

Tomado de RADAR Libros (Pagina12)Domingo, 16 de Abril de 2006
Historia de una literatura portátil

Por Rodrigo Fresán
Pensar en la obra de Enrique Vila-Matas como en la tan paciente como inexorable construcción de una casa. Una casa para siempre, y por siempre en obra. De esa casa que es toda literatura –propia y privada y única–, pero no por eso con puertas y ventanas cerradas a los que a ella se acercan con ánimo de visitarla o de quedarse a vivir allí.
Así, los diferentes libros de Vila-Matas –los pasillos, los salones, las escaleras, las habitaciones, los jardines y los sótanos y áticos– son ambientes generosos que invitan a ser leídos, a habitarlos, a perderse al otro lado de esa puerta para, de pronto, encontrarse invariablemente junto a una biblioteca que es el centro, el Alfa y el Omega, el Big Bang y el The End.
Así, la definición de Vila-Matas sólo puede alcanzarse a partir de la lectura de sus libros. Los libros que Vila-Matas lee, los libros que Vila-Matas escribe, los libros que Vila-Matas escribe leyendo libros y los libros que Vila-Matas lee escribiendo libros. Definirse fuera de ellos, alejarse de los estantes donde ellos y él habitan, es algo que incomoda a Vila-Matas: “Tengo una gran confusión. Casi prefiero que me vayan definiendo los demás. Hasta no hace mucho yo creía que escribir equivalía a empezar a conocerse a sí mismo; pero a medida que va pasando el tiempo me he ido creando tantos personajes e historias que yo siento de verdad, aunque sean falsas, que ahora me doy cuenta de que nunca sabré quién soy por culpa de escribir”.
Tal vez por eso, casi desde la primera palabra, Vila-Matas vive escribiendo y se recuerda siempre escribiendo mientras no deja de escribir. Y de ahí que el ya célebre contestador telefónico barcelonés de Vila-Matas con voz de Vila-Matas siempre te atienda diciendo y advirtiendo que él es un “contestador permanentemente conectado”, casi como excusando y definiendo al escritor también permanentemente conectado que teclea al otro lado del aparato. Dejar de hacerlo –dejar de escribir, desconectarse– equivaldría para Vila-Matas a confundirse, a perderse, a deteriorarse como esas casas a oscuras donde no vive nadie y que lo único que hacen es ocupar unos metros muertos de un mapa amarillo por el tiempo.
Tal vez por eso, hace mucho que Vila-Matas se fue a vivir a la casa de sus libros para poder vivir. Y –nada es casual– tal vez por eso los libros de este escritor están llenos de escritores y de libros y de microscópicas y telescópicas descripciones del acto de escribir que no funcionan como epifanías sino como algo diferente y propio e inconfundible: como algo a lo que se accede cuando ya no hay epifanía posible y que probablemente –un segundo abreviado y portátil y para siempre– sea aquello que experimentan las epifanías cuando, por fin, deciden ellas mismas tener una epifanía para ver y saber de qué se trata todo eso.
Vila-Matas es consumado teórico y práctico de una de esas literaturas cuyo tema es y no puede ser otro que la literatura. No hace mucho, le pregunté por esto, por esta fijación irrenunciable, a Vila-Matas. Y Vila-Matas me respondió: “De acuerdo: en todos mis libros hay escritores y hay libros. Podría escribir un libro donde no hubiera un escritor, o alguien que quiere ser escritor, o variantes de la forma de lo que es un escritor; pero no estoy del todo seguro de que me divertiría haciéndolo. Es como si para mí la figura del escritor fuera el recipiente perfecto, el frasco que contiene toda mi visión de la vida y el sentido de las cosas. Ese es mi tema, todos mis temas. El modo en que la literatura aparece en todas partes. Y está claro que soy un lector que escribe: para mí es normal sentarme a leer antes de sentarme a escribir. Leo como forma de calentamiento. A los escritores suelen preguntarles si, obligados a elegir, renunciarían a escribir o a leer. La mayoría contesta con seguridad que preferirían no volver a escribir. Yo no estoy tan seguro. A mí me gusta muchísimo escribir y en cuanto a los grandes libros que aún no he leído, voy a decirte la verdad: si quiero, puedo imaginármelos todos; perdona la arrogancia, pero es que soy capaz de cualquier cosa con tal de que nadie me quite la posibilidad de levantarme por las mañanas y escribir. A este respecto suelo repetir una frase, y aclaro que la digo sin vanidad alguna. Es una frase muy ambigua, pero que, espero, se entienda como yo la entiendo: nadie escribe como yo. En realidad, trato de hablar lo menos posible sobre lo que soy y lo que siento. No me resulta fácil decirlo. Me resulta más sencillo ponerlo por escrito”.
Es entonces cuando –no creo que exista un elogio más grande para un escritor– se comprende por qué leer a Vila-Matas provoca, automáticamente y casi en el acto, tantas ganas de escribir.
A continuación, Vila-Matas traza –“por primera vez, nunca lo había hecho”, me dijo cuando se lo propuse– un plano de la casa que ha venido construyendo hasta el día de hoy apilando palabra sobre palabra, libro sobre libro. Vila-Matas revisita y ordena y se convierte en el guía de sí mismo proponiendo aquí el tránsito abreviado de una literatura portátil, pero no por eso menos firme y contundente. Una obra que ha ido invadiendo y venciendo toda resistencia de las otras habitaciones, de baños y de cocinas y de vestíbulos, para la felicidad de nosotros, sus lectores.
Pronto seremos más felices todavía.
Pronto toda la casa de Vila-Matas –esta otra casa tomada– será sólo biblioteca.
Nadie escribe como él.
Por Enrique Vila-Matas
Mujer en el espejo contemplando el paisaje (Tusquets, 1973) “Breve novela escrita cuando era soldado español colonialista –servicio militar obligatorio– en el norte de Africa. La escribí por las tardes en la trastienda de un colmado del regimiento de artillería, sin ánimo de publicarla, sólo por no perder el tiempo. Mi sorpresa fue que, a mi regreso a Barcelona, Beatriz de Moura la leyó y me propuso que la publicara en Tusquets. ¿Qué era Mujer en el espejo? Que yo sepa, esa novela, que es una sola frase ininterrumpida, sólo la leyó Héctor Bianciotti, que me dijo que era ‘un ejercicio de estilo’”.
La asesina ilustrada (Tusquets, 1977, reedición en Lengua de Trapo, 1996 y en Lumen, 2005) “Breve novela escrita en la buhardilla que me alquiló Marguerite Duras en París. En mi reciente libro, París no se acaba nunca, cuento cómo la escribí. Se trata de un librito que pretende asesinar a todo aquel que lo lee. Un libro bien educado, amable y de muy buen gusto”.
Al sur de los párpados (Fundamentos, 1980) “En el largo invierno de 1978 me dediqué a contar, ya instalado en mi casa de la Travesía del Mal de Barcelona, la historia del aprendizaje de un escritor. Aunque la novela es pedante e insoportable, me fue muy útil trabajar en ella porque aprendí precisamente aquello que aprendía mi escritor, es decir, que aprendí a escribir. Hace años que ando prohibiendo que alguien la lea”.
Nunca voy al cine (Laertes, 1982) “Cuentos breves y libro también breve, escrito entre Mallorca y Barcelona, con la idea más bien ingenua de averiguar cuáles eran los temas que me preocupaban como autor literario. El título del libro acabó condicionando mi vida entera, ya que desde entonces, por temor a ser descubierto, nunca voy al cine en los lugares donde me conocen. A veces me paso años sin ver una película”.
Impostura (Anagrama, 1984) “Buena historia basada en hechos reales que sucedieron en Italia y que yo trasladé a Barcelona, historia algo desaprovechada por mi impericia juvenil. De cómo un pobre ladrón de tumbas se hace pasar por un escritor desaparecido, con el visto bueno de la viuda. Desde entonces, el misterio de nuestra verdadera identidad personal es uno de mis temas preferidos, según los críticos”.
Historia abreviada de la literatura portátil (Anagrama, 1985) “Intento (prematuro para la España de aquellos días en los que la literatura era más apelmazadamente realista que nunca) de mezclar ensayo y ficción radical. En el periódico El País fue liquidada con unas palabras demoledoras: ‘Se nota que el autor veranea en Cadaqués’. Hoy en día, Marcel Duchamp y sus máquinas solteras son algo más conocidos en los medios culturales españoles y a veces, en las novelas de ese país, hasta encontramos personajes de la vida real protagonizando ficciones”.
Una casa para siempre (Anagrama, 1986) “Novela y libro de relatos a la vez, este libro cuenta el drama de un ventrílocuo que tiene voz propia, esa virtud que es tan buscada y apreciada por muchos escritores y que, por razones obvias, para el ventrílocuo es un verdadero contratiempo. Detrás de todo ese libro se encontraba la constante preocupación –por primera vez en mi vida– en torno de la estructura que requería la construcción de toda novela. Fue vapuleada por dos insignes y olvidables críticos españoles. Uno de ellos llegó a decir que no debería ni haberla publicado. Al cabo de unos meses, fue el único libro español, junto a otro de Javier Marías, seleccionado en Francia como uno de los mejores que se habían traducido al francés aquel año. Eso me decidió a aplicarme a mí mismo la ley de extranjería y dejé de ser un escritor español”.
Suicidios ejemplares (Anagrama, 1991) “Libro unitario de relatos en torno del tema del suicidio. Precedente claro de Bartleby y compañía en cuanto a narrar historias de personas que se retiran de una actividad. Lo escribí para indagar cuáles eran mis relaciones con la vida y con la muerte, sobre todo con esta última, puesto que desde la ventana de mi sexto piso se ofrecía fácil la posibilidad del vuelo. Recuerdo que mientras trazaba las historias de ese conjunto de relatos, teniendo en cuenta que me identifico siempre con los personajes del libro que ando en aquel momento escribiendo, sentía un cierto temor a probar mis alas y matarme”.
El viajero más lento (Anagrama, 1992) “Primero de mis libros de ensayos literarios. Contiene hazañas como mi falsa entrevista a Marlon Brando y modestas osadías como una entrevista verdadera con Salvador Dalí, que siempre (a pesar de las fotografías que lo demuestran) ha sido injustamente considerada como falsa. Para mí, leer hoy en día alguna de las páginas de ese libro es comprobar que, en efecto, como diría Lichtenberg, yo entonces me movía tan despacio como un minutero entre una multitud de segunderos”.
Hijos sin hijos (Anagrama, 1993) “En la línea de los personajes suicidas de mi anterior libro de cuentos, los héroes de este nuevo conjunto de relatos eran hijos sin hijos, es decir, personas de las que puede hoy en día seguir diciéndose de ellas que no desean descendencia alguna, seres a los que su propia naturaleza aleja de la sociedad y que, en contra de lo que pueda pensarse, no necesitan ninguna ayuda, pues si quieren seguir siendo de verdad sólo pueden alimentarse de sí mismos. Son seres que parecen sintonizar con lo que escribiera Kafka en su Diario, agosto de 1914: ‘Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar’”.
El traje de los domingos (Huerga y Fierro, 1995) “Segunda colección de artículos y ensayos, en este libro hay algunas páginas en las que puede apreciarse hasta qué punto era un escritor de disciplina shandy, un acendrado crítico literario, un prologuista de almas amigas y un columnista dominical desesperado”.
Lejos de Veracruz (Anagrama, 1995) “De cómo bajo la luna exagerada de Veracruz me encontré con Rosita Boom Boom Romero, que ordenó matar a mi hermano, y de cómo confundí al asesino con Dios y de cómo Sergio Pitol me ayudó a salir del enredo. México visto como una metáfora personal de la fiesta y de la desesperación”.
Extraña forma de vida (Anagrama, 1997) “Encontré el título del libro en el aeropuerto de Lisboa al ver un disco con un fado de Amalia Rodriguez que se llamaba Estranha forma de vida. Me enamoró no exactamente el título sino la belleza de Amalia. Y en mi ciudad encontré la historia que iba a contar: la de un barcelonés dividido entre dos amores y entre dos actividades parecidas, la de escritor y la de espía. Recuerdo que, escribiendo ese libro, acabé transformándome en una especie de Fernando Pessoa del barrio de Gràcia de Barcelona. Escribir o la única forma interesante de estar en el mundo, extraña forma de vida”.
Para acabar con los números redondos (Pretextos, 1997) “Contra la manía de los suplementos literarios de celebrar con cifras redondas los aniversarios de escritores que son generalmente mediocridades y que de pronto ocupan el espacio que debería estar destinado a los escritores que están vivos y enfrascados en la aventura de una obra peligrosa que no merece la atención suficiente o a los que, estando muertos, demuestran estar muy vivos al resistirse a cumplir años”.
El viaje vertical (Anagrama, 1999) “Mi primer viaje a la isla de Madeira en 1998 fue iniciático y deslumbrante. Asistí impávido a una serie de conferencias en portugués en torno de la existencia de la Atlántida. Poesía pura. A lo que habría que añadir que, por problemas con el idioma, entendía sólo la mitad de lo que decían y la otra mitad la imaginaba. Los conferenciantes de Azores, Madeira, Lisboa y Cabo Verde manipulaban mapas sin cesar y hablaban de las islas encantadas con un encanto inigualable. Al llegar a Barcelona, imaginé que el viaje lo había hecho mi padre, nacionalista catalán que en Madeira se interesaba no por la Atlántida sino por saber si había movimientos políticos independentistas en la isla. ¿Hay mayor soledad e independencia que la del gran continente desaparecido?”
Bartleby y compañía (Anagrama, 2000) “Contrariamente a lo que se cree, no hablo exactamente en este libro de escritores que dejaron de escribir sino de personas que viven y luego dejan de hacerlo. De fondo, eso sí, el gran enigma de la escritura que parece estar diciéndonos que en la literatura una voz dice que la vida no tiene sentido, pero su timbre profundo es el eco de ese sentido”.
Desde la ciudad nerviosa (Alfaguara, 2000) “Libro que nació de la tentación de inventarme una Teoría de la Narrativa para ensamblar Bartleby y compañía con El mal de Montano, que iba a ser mi siguiente libro. Y junto a esa tentación, primeros indicios de una búsqueda de conferencias atípicas en las que la norma habitual sería la mezcla de ensayo, ficción, autobiografía y el género del viaje interior. Al final, lo único que inventé fue ese libro sobre la ciudad nerviosa de Barcelona. Se hace teoría al andar. O como decía Robbe-Grillet: ‘En realidad, cada novela mía constituye su propia teoría y en un cierto sentido la destruye’”.
El mal de Montano (Anagrama, 2002) “El itinerario de un moderno Don Quijote, lanza en ristre contra los abundantes enemigos de la literatura. La historia de una bella fuga mínima, llena de desvíos que llevan al abismo y al vértigo de la escritura y la vida. Un intento más de huir de lo establecido para tratar de crear la belleza extraña de un estilo y decir cosas distintas”.
París no se acaba nunca (Anagrama, 2003) “Aparentemente, la revisión irónica de los dos años de mi juventud que pasé en París tratando de repetir la experiencia de vida bohemia y literaria del Hemingway de París era una fiesta. En realidad, un intento de darles a mis lectores alguna noticia verdadera sobre mí. Pero todo esto disfrazado bajo la idea de que el libro es un fragmento de la novela de mi vida en el que todo es verdad porque todo está inventado, pues a fin de cuentas un relato autobiográfico es una ficción entre muchas posibles”.
Aunque no entendamos nada (J. C. Sáez Editor, 2003) “Quinta colección de artículos y ensayos literarios, en este caso con destino únicamente a las librerías chilenas y la librería La Central de Barcelona. El texto inicial, el que da título al libro, está siendo en la actualidad desguazado y reciclado para la novela que escribo en estos momentos sobre el tema general de la desaparición. En la parte final se incluyen dos textos que aprecio especialmente, lo que espero que los preserve de ser desguazados en un futuro: las palabras dedicadas a Bolaño en la hora de su muerte (Un plato fuerte de la China destruida) y las de aceptación del premio Rómulo Gallegos (Discurso de Caracas)”.
El viento ligero en Parma (Editorial Sexto 2005) “Libro publicado en México. Contiene artículos y ensayos literarios sobre Gombrowicz, Silvina Ocampo, Roberto Bolaño, Borges, Robert Walser, Sergio Pitol, entre otros. El último artículo de este libro recoge el texto Breve autobiografía literaria que aquí rescato y aumento para su publicación en este suplemento”.
Doctor Pasavento (Anagrama 2005) “Un narrador español, que está interesado por la desaparición del sujeto moderno y estudia a fondo la historia de la subjetividad de Montaigne a Blanchot, ve cómo un desconocido lo suplanta ante un taxista en la estación de tren de Santa Justa de Sevilla. Aunque sorprendido, decide aprovechar la circunstancia para no acudir a la Cartuja, donde lo esperaban para un acto cultural con Bernardo Atxaga esa noche. Desaparece en Sevilla con la idea de permanecer oculto como mínimo once días, como hiciera en su momento Agatha Christie, que fue buscada por medio mundo. Espera que, como a la escritora inglesa, lo busquen; pero empieza pronto a sospechar que nadie va a echarlo en falta, que a nadie le interesa la suerte que corra su existencia. Comienza entonces la fuga sin fin del escritor desaparecido. He oído decir que mi última novela es excesivamente larga, pero es el tempo lento que deseaba para ella. La novela habla de la desaparición del sujeto en Occidente y del afán de ese sujeto por reaparecer. Creo que esto no es algo que se pueda liquidar en cuatro folios y que más bien requiere un crepúsculo largo. El eje central de ese crepúsculo es la figura de Robert Walser, mi héroe moral desde hace décadas. Admiro de este escritor suizo –precedente obvio de Kafka– la extrema repugnancia que le producía todo tipo de poder y su temprana renuncia a toda esperanza de éxito, de grandeza. Admiro de él también su extraña decisión de querer ser como todo el mundo, cuando en realidad no podía ser igual a nadie, porque no deseaba ser nadie, y eso era algo que sin duda le dificultaba aún más querer ser como todo el mundo. Admiro y envidio esa caligrafía suya que, en el último período de su actividad literaria (cuando se volcó en esos textos de letra minúscula conocidos como microgramas), se fue haciendo cada vez más pequeña hasta llevarlo a sustituir el trazo de la pluma por el del lápiz, porque sentía que éste se encontraba ‘más cerca de la desaparición, del eclipse’. Admiro y envidio su lento pero firme deslizamiento hacia el silencio. En realidad, todo el mundo cree que Doctor Pasavento habla del tema de la desaparición y de la soledad. Es una interpretación aceptable del libro, pero yo diría que de lo que realmente habla mi última novela es de la dificultad de no ser nadie. Al ciclo Bartleby-Montano-Pasavento lo ha bautizado mi editor Jorge Herralde como La Catedral Metaliteraria. Creo que está bien pensado ese título general. Es más, me gustaría que en el futuro pudieran leerse esas tres novelas en un solo tomo, que hablaran de ellas diciendo las del ciclo catedralicio...”
(Continuará...) Para mi próximo libro está ya pactado con mi alma que seré algo más breve, de eso no me cabe ninguna duda, y es que hasta las circunstancias me obligan a ello... No puedo decirle mucho más, se trata de un proyecto ultrasecreto... Sobre ese proyecto ultrasecreto: a finales del diciembre pasado, recibí en Barcelona una llamada telefónica desde París. Una artista a la que no conocía personalmente y que en el universo del arte es mundialmente famosa, me hizo un encargo escalofriante, que acepté trastornado. Es algo secreto y peligroso y que yo diría que va más allá de las relaciones entre vida y literatura. En eso estoy. Inmerso en un encargo que sorprenderá si logro llevarlo a buen puerto antes de mayo del año que viene. ¿Por qué en mayo? También esta pregunta exige mi silencio. Todo en el nuevo proyecto es secreto. ¡Ah! Y fascinante.



ENTREVISTA: Santiago Roncagliolo
"Mi literatura se ha españolizado al vivir aquí"
FIETTA JARQUE
Tomado de BABELIA - 15-04-2006

El escritor peruano Santiago Roncagliolo (Lima, 1975), ganador del Premio Alfaguara 2006. (MARCEL·LÍ SÀENZ) ampliar

"Perú es un país tan extremo y delirante que quizá no sea tan perfecto para vivir, pero sí es perfecto para narrar"
Sentado tranquilamente en la arena frente al mar, en Barcelona, Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) parece muy lejano del escenario de su novela Abril rojo. Un thriller que engancha de inmediato al lector, en una atmósfera con olor a sangre, misterio y miedo, pero que curiosamente empieza con un personaje casi cómico: el fiscal de distrito adjunto Félix Chacaltana Saldívar. El ganador más joven del Premio Alfaguara, autor de las novelas El príncipe de los caimanes (Planeta, 2002), Pudor (Alfaguara, 2005) y el libro de cuentos Crecer es un oficio triste (El Cobre, 2003), aborda en Abril rojo un terreno abonado por el terror y el espectro de la muerte.
PREGUNTA. ¿Es esta novela una especie de exorcismo histórico?
RESPUESTA. Sí, pero pasa primero por un exorcismo personal. Antes de venir a España, entre los años 1999 y 2000, trabajé en Perú en la oficina de Derechos Humanos. Eran los últimos años de Fujimori y existía el fantasma del terrorismo pero no existía aún el fantasma del terrorismo de Estado. En la Defensoría del Pueblo hacíamos estudios sobre los desaparecidos, trabajos en cárceles. Mientras descubría las torturas, me iba sumergiendo en el horror. Yo era consciente de los crímenes que había cometido Sendero Luminoso, pero esto era ver la cara del horror que había sido cometido en mi nombre, en el de la democracia.
P. ¿Es ésa la experiencia que traslada a Abril rojo?
R. El que vive el fiscal Félix Chacaltana Saldívar es el mismo proceso que yo viví, transfigurado en la ficción. Es decir, es el proceso de inmersión en el horror que él no quiere ver, que a él nadie le ha explicado que existe, y que él trata de negar hasta que es tan brutal la evidencia que no puede ya rechazarla.
P. Uno de los elementos que más utiliza en esta novela es cierta imaginería cristiana, ritual. Que es lo que da el ambiente más terrorífico.
R. Cuando fui a ver la Semana Santa en Ayacucho, lo que más me impresionó fue lo tétrica que es. El escenario de esta novela es esta celebración de la muerte, las procesiones del Cristo, en una urna, bañado en flores, ensangrentado, y toda la ciudad a oscuras iluminada sólo con velas.
P. Es una ciudad, además, cuyo nombre significa "rincón de los muertos".
R. Ayacucho tiene una larga historia de muerte, no sólo con Sendero Luminoso. Es una ciudad que ha sido siempre el límite de las revoluciones indígenas. Sendero es sólo una cara más de lo que ha sucedido en los últimos 500 años. También por eso me interesaba que el asesino en serie fuera decorando sus cadáveres o disfrazando a sus víctimas en relación con lo que ocurría cada día de la Semana Santa. No sólo es una celebración de la muerte sino de lo que la muerte permite, que es la resurrección. Y eso tiene que ver con muchos mitos andinos, como el del Inkarri, el regreso del inca. Es el tipo de mitos que justifica la muerte.
P. Es que la muerte, cuando es producto de una deformación psíquica, incluso colectiva, es cuando adquiere la forma del ritual, ¿no?
R. Claro. Creo que en una sociedad en guerra -y da lo mismo que sea la peruana o la española en la Guerra Civil, por ejemplo- todo el mundo tiene muy buenas razones para matar. Como consecuencia se entra en un círculo de muerte en que matar es la única forma de vivir. Se crea una sociedad de asesinos. Y entonces la muerte adquiere no ya una utilidad práctica sino el sentido de una celebración ritual. De hecho, yo creo que el terrorismo, al menos el que pretende operar a gran escala, necesita que su gente tenga una creencia trascendental muy profunda. Porque no es sólo que maten, sino que se exponen a morir. Esa gente necesita creer en algo que justifique su muerte y la muerte de los demás. En el caso de Al Qaeda es la religión, en el de los senderistas el maoísmo, el comunismo. Pero a pesar de llamarse materialistas eran totalmente trascendentalistas. Creían en una verdad absoluta que justificaba su muerte. Es significativo que el poder asesino de ETA, por ejemplo, es muchísimo menor que la guerra de Sendero, que en diez años mató a 35.000 personas.
P. Usted ha vivido el exilio, la dictadura, el terrorismo y la inmigración. Diferentes situaciones de extrañamiento desde muy pequeño. Pero en esta novela no hay victimismo de ningún tipo.
R. Creo que el victimismo es muchas veces el argumento de los asesinos. La gente asesina porque se siente víctima. Tanto los militares como los senderistas.
P. También hay víctimas reales.
R. No niego que haya víctimas. Pero en mi experiencia el victimismo es el mejor alimento para el odio. Nuestros asesinos son siempre héroes, y los de los otros, criminales. Yo he tratado de representar una realidad en que todo el mundo es asesino porque es víctima, y viceversa. Toda situación de paz, como la que va a vivir ahora España, implica una cierta situación de injusticia. Negociar esa pacificación, en Suráfrica, en Irlanda, en Perú, implica que gente que mató andará por la calle a tu lado. Y ésa es una cuestión muy delicada.
P. Detecto en Abril rojo algunas palabras que no se usan en Perú. ¿Se ha españolizado su lenguaje?
R. Yo siempre he escrito en un español muy neutral, lo que pasa es que mi neutralidad era distinta antes de llegar acá. (Ríe) No he trabajado mucho el registro dialectal. Pero es cierto que además mi lenguaje se ha ido convirtiendo en algo neutro. Cuando voy a Perú dicen que hablo como español y aquí a nadie se le ocurre decir lo mismo. Eso ya me pasó en Perú cuando llegué de México y he terminado por hablar una especie de español como escrito, depurado y aséptico. Mi lengua española es una lengua franca.
P. Este año ha ganado Alonso Cueto el Premio Anagrama, usted el Alfaguara y Jaime Bayly quedó finalista del Planeta. Tres escritores peruanos.
R. Perú es un país tan extremo y delirante que quizá no sea tan perfecto para vivir, pero sí es perfecto para narrar. El esfuerzo por dar sentido a lo que ves que ocurre suele producir novelas interesantes. En el caso de Cueto, el tema llega en un momento que es útil para Perú. El documento de la Comisión de la Verdad inaugura una etapa de reflexión, no ya de confrontación, pero resulta que además es un tema interesante en muchos países, un problema que todos se plantean: a cuánta gente hay que matar para que el mundo sea más seguro; cuántas libertades hay que restringir para ser más libres. Eso le da mucha fuerza a estas novelas. De todos modos, la literatura peruana ha estado relativamente aislada durante muchos años, menos conocida que la colombiana, la argentina o la mexicana para la calidad que tiene.
P. Aparte de éstas, hubo una novela sobre Sendero Luminoso escrita por Nicholas Skakespeare, Pasos de baile, que llevó al cine John Malkovich. Abril rojo es descaradamente cinematográfica.
R. Aparte de que me encantaría que esta novela llegue al cine, como va a suceder con Pudor, pienso que uno siempre escribe contra lo que había antes. La literatura en América Latina hasta los años noventa era tan experimental, jugaba tanto con el lenguaje, que terminabas por distraerte de la historia que contaba. Yo pertenezco a una generación muy bombardeada por lo audiovisual y mi referencia de cómo se cuenta una historia es más audiovisual que literaria.
P. Está emparentada también con esa tendencia actual del cine documental.
R. Siempre que escribes tienes que convencer que lo que narras es real. Pero vivimos en un mundo cada vez más escéptico, donde cada vez es más difícil convencerse hasta de que lo que lees en un periódico es real. Por eso yo trabajo transfigurando experiencias reales. En este caso es una experiencia documental, pero en Pudor lo hice con mi propia intimidad. Lo que intento es disimular esa realidad porque la realidad nunca está lo suficientemente bien contada. El thriller es un género muy artificioso, pero para compensar ese artificio trabajé con la realidad documental.
El ganador del Premio Alfaguara 2006 ha escrito un thriller inquietante que transcurre durante la Semana Santa de la ciudad peruana de Ayacucho entre las sombras que dejaron más de dos décadas de guerra terrorista. Una novela que va del humor al horror tras la pista de un asesino en serie.

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